Una vez que el Partido Nacional Socialista Alemán logra, aprovechándose de las garantías democráticas de la Constitución de Weimar, una pírrica victoria que le permite acceder a Hitler a la posición de Canciller con la fuerza de los votos, esa cuota poder no le fue suficiente a los fascistas, quienes en todas partes y en todos los tiempos aspiran al poder sin límites. Fue en ese instante en que ocurre el muy conveniente incendio del Reichtag, la sede del Parlamento Alemán, que conmocionó a toda la nación. Hitler uso ese incendio para justificar el establecimiento de un estado de excepción que le confirió a su persona el poder absoluto, perseguir, encarcelar y asesinar a sus opositores y, eventualmente, conducir a su país a la Segunda Guerra Mundial.
Los fascistas en Venezuela intentan hacer lo mismo, llegaron al poder con los votos en 1998 pero aspiran lograr el poder absoluto eliminando las garantías democráticas, están anhelando su propio incendio del Reichtag. Un acto de desesperación, un desliz de la protesta pacífica, un conveniente infiltrado que comenta un acto premeditado, suficientemente calculado, sería el motivo para tener el chivo expiatorio perfecto. Saben que la violencia es inversamente proporcional a la participación de las masas en las protestas antigubernamentales, con eso en mente, esperan y estimulan la aparición de un incendiario que trastoque la naturaleza de nuestra lucha cívica.
No debemos permitir esa justificación, ese argumento falaz, a este gobierno corrupto. De caer en la trampa, quizá por impulso o quizá por la búsqueda de un fugaz aplauso, postergaríamos innecesariamente el cambio político que exige inmediatamente la gran mayoría del país. El camino es uno: mantenernos en las calles, movilizados, resistiendo y luchando, confrontando con civilismo a los destructores. Si caemos en la tentación de la violencia, le daremos el incendio del Reichtag que tanto Nicolás desea. La meta no es el efímero triunfo de que salgan del poder, es sustituir esta dictadura por un nuevo gobierno electo por el pueblo. Un gobierno serio, honesto responsable de largo aliento y alcance, que logre la paz. La victoria final se logrará con organización, no con anarquía.
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