Secretario de Asuntos Municipales.
AD Carabobo.
El 1º de enero de 1959 la dictadura del general Batista en Cuba había sido derrocada y la Revolución cubana generó una poderosa ofensiva anti-Estados Unidos. Dos años después, John F. Kennedy tomó posesión de la presidencia de Estados Unidos el 20 de enero de 1961. El 12 de Febrero, luego de veinte días de haber asumido el cargo, Kennedy envió a varios países del Sur una misión integrada por George McGovern y Arthur Schlesinger quienes estuvieron en Venezuela y se entrevistaron con el Presidente Romulo Betancourt. Ya para el 13 de marzo, lanzó la Alianza para el Progreso, el único proyecto político significativo presentado por el gobierno norteamericano para América Latina en toda su historia.
Ese plan dio vida a la comunidad donde crecí y me forme “Ciudad Alianza” fundada el 2º de septiembre del año 1965, ubicada en el Municipio Guacara. Recuerdo que de muy niño era muy inquieto y tuve la oportunidad de montar bicicleta, patineta y de hacer lo que se me ocurriera en sus cuadras, avenidas y campos deportivos de manera sana, libre y segura con mis inolvidables amigos.
Era una urbanización resultado de la movilidad social que le permitió la democracia a nuestros padres, que a su vez, viniendo de hogares muy humildes, pudieron ascender socio-económicamente y tener acceso ese tipo de soluciones habitacionales para brindarles, como de hecho fue, calidad de vida a sus familias.
Hoy, como consecuencia de la inexistencia tanto de políticas públicas sustentables en materia de seguridad ciudadana como de planificación urbana los vecinos han tomado la iniciativa de colocar portones eléctricos en sus calles, producto de los fracasados planes de seguridad del gobierno, donde destacan los tristemente célebres “cuadrantes de paz” del para entonces Ministro de Interior y Justicia Miguel Rodríguez Torres y la ineficiencia y descalabro de los gobiernos regionales y municipales en el tema,
Esta iniciativa ciudadana es lugar común en muchas comunidades del estado Carabobo que, ante el hampa desbordada, prefieren realizar esta importante inversión para tratar de protegerse y así mitigar los efectos de la inseguridad. Es una solución “agridulce”, porque los portones, como toda acción colectiva, han tenido la aceptación y el rechazo de muchos vecinos.
Por un lado están los que apoyan la medida. Alegan, por supuesto, el tema de la seguridad ya que el paso por las calles cerradas con portones es exclusivo de quienes habitan allí o en su defecto con su autorización lo cual ya ha dado resultados muy positivos en la disminución de eventos delictivos en esos espacios.
Por otro lado, son muchos los argumentos de quienes se oponen. Menciono, por ejemplo, la situación económica, las limitaciones en el acceso expedito a las calles y las cuotas o aportes correspondientes a cada casa-familia para el mantenimiento de estos. El hecho cierto que adquirieron sus casas sin portones en sus calles y ahora no los admiten.
No quisiera ahondar en un debate de quien tiene la razón en este aspecto. Sin embargo, he notado que esta acción social para la consecución de un fin común ha logrado una importante interactividad vecinal que había dejado de existir hace muchos años. Inclusive hoy sabemos quien de nuestros vecinos es médico, quien sabe inyectar, quien es abogado, quien es herrero etc.
Visto desde otro ángulo, muchas personas que anteriormente permanecían pasivas ante los eventos locales han demostrados ser verdaderos líderes sociales y me permito citar como ejemplo los habitantes de la calle Aguasay en la segunda etapa que han desarrollado todo un mecanismo de autogestión que les ha permitido no solo colocar el portón sino también equiparlo con cerco y planta eléctrica y me comentan que están trabajando en la instalación de cámaras de seguridad.
No puedo dejar de mencionar el enorme esfuerzo de los promotores de la instalación de los portones en zonas más grandes de la primera etapa. Tal es el caso, por ejemplo, donde se encuentran nada mas y nada menos que el templo católico y tres escuelas, lo cual hace más compleja la implementación
del dispositivo de seguridad, sin mencionar la gran cantidad de familias en ese sector que complican la toma de decisiones consensuadas. Esto ha puesto a de manifiesto la mística, disposición y vocación social de los delegados(as) que encabezan esta acción.
El deber ser de la seguridad corresponde al gobierno y pese a que hoy prácticamente la hemos privatizado, las próximas administraciones en sus manifestaciones nacional, regional y municipal tendrán el compromiso de ofrecer seguridad ciudadana a los vecinos no solo de Ciudad Alianza sino también a todo el estado. Esa es nuestra lucha.
Esperamos que pronto llegue a nuestro país, una opción de cambio político que ataque las causas del problema y que nos permita disfrutar de comunidades con calidad de vida como merecen sus habitantes y que los portones sean el recuerdo de una alternativa de seguridad a una pesadilla que vivió el país durante diecisiete años.
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