Por: Julio Castellanos / @rockypolitica
Durante la gris administración de Francisco Ameliach en la Gobernación de Carabobo se dio inicio al TransCarabobo. Con la promesa de proponer una solución a la demanda creciente de transporte masivo en Valencia, insatisfecha por demás por la paralización de las obras del Metro, se importó un gran número de autobuses de fabricación china (pagados en dólares) ignorando a la industria nacional (que cobra en bolívares y sus obreros son venezolanos).
Ahora bien, ¿qué pasó?, pues, el programa de TransCarabobo no tomó en cuenta la opinión u aportes de los gobiernos municipales para planificar y gestionar el flujo vial. Por otra parte, el TransCarabobo tampoco previó asegurar la sustentabilidad económica y mantuvo una artificial y populista tarifa que no permitió reinvertir en adquisición y mantenimiento de las unidades prestadoras del servicio y, claro, sucedió lo que tenía que pasar con un militar gobernando: las unidades se dañaron y nunca se repararon "por culpa del Imperio, del Capitalismo, de Obama y de Trump"...
Las líneas de transporte, a las cuales también se les ignoró por la arrogancia hecha gobierno, son las que han asumido el grueso de la demanda de los peatones. Pero la ausencia de repuestos e insumos y sus altísimos precios en el mercado negro, fueron diezmando el parque automotor constreñido por un tarifario ilógico en medio de una economía inflacionaria.
Así llegamos al peor de los mundos. No se terminó el Metro de Valencia, no hay TransCarabobo y tampoco hay unidades del transporte público tradicional... Solo hay camiones de baranda o estaca, cobrando tarifas sin control público y sometiendo al peatón a todos los riesgos y maltratos posibles.
Así pasamos del TransCarabobo al Transbaranda. Sin poder culpar a Ameliach, porque eso sería odiar... Solo podemos culpar "al Capitalismo, al Imperio, a Obama y a Trump"... A ellos si los podemos odiar. No chico, hablemos claro y raspaó, la crisis del transporte ocurrió por un gobierno que no habló con nadie, ni con los usuarios, ni con los transportistas y ni con los gobiernos locales, gobernaron a ciegas y saltaron por el precipicio de la improvisación. Hoy solo estamos pagando las consecuencias.
¿Hay soluciones para todo esto o es una plaga bíblica y el fin del mundo comenzó por Carabobo? Claro que hay solución, pero gobernar no es un asunto de un solo actor, implica construir confianza, reconocer interlocutores y la importancia de otros actores relevantes. Se trata de conversar con los transportistas, con los usuarios, con los sindicatos cuyos afiliados tienen que trasladarse todos los días de sus casas a sus empleos, con los empleadores, con los gremios y con otras instancias de gobierno. Eso se llama gobernabilidad y en la UC funciona la Escuela de Estudios Políticos que les puede dar una clasesita, pizarra y marcador en mano, a los aspirantes a gobernantes que para nuestra desgracia colectiva parece que solo tienen dinero y ego, o peor, solo una de las dos.
Es momento de sustituir la bota militar en el manejo de los asuntos públicos. Esa grosería, esa arrogancia, esa peste militar solo es capaz de provocar sufrimiento y caos. Gobernar es un asunto civil y los militares deben regresar a sus cuarteles, subordinarse a la autoridad civil y meterse el chip que les permita procesar que solo se puede gobernar con votos y no con fusiles. La democracia es el régimen donde las decisiones se toman con respaldo en la opinión pública, con la discusión y el convencimiento. Por la fuerza, podrán vencer pero nunca convencer.
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